martes, 23 de septiembre de 2014

Locuras Maternas




Mi madre siempre tuvo un sueño que se convirtió en ambición y su propio reto, criar a un hijo que estudiara en la mejor universidad y se convirtiera en un hombre de leyes o un respectado doctor que ayudaría a muchas personas pobres o que descubriera la cura para las enfermedades más trágicas y dolorosas como la gripa española que azotó el mundo en 1918 y que infectó un tercio de la población mundial y mató a un 6% de la misma; también que tuviera un hogar con varios hijos y una amorosa esposa que me cuidará como ella lo hacía. Estas y muchas más cosas, la casa de verano en la playa, un automóvil o tal vez dos eran los deseos de ella, pero había uno en particular que luego vine a entender, este sueño empezó cuando un buen día mi madre empapeló mi cuarto de niño con fotos de lugares exóticos como Tailandia, Perú e Islandia y colocó el mapa del mundo tan grande como yo si se puede decir.



Y es que en realidad mi madre fue de obsesiones extrañas como cuando decidió coleccionar saleros que según ella “iban a servir para toda ocasión”, el de pintar cada espacio de la casa con una tonalidad distinta de verdes o la de bañar el cabello de mis 3 hermanas, mi hermano y yo con champaña, para que nuestros rizos brillaran como el oro “tal como lo hacen en Francia”.
Siempre tuve la curiosidad por averiguar en donde mi madre leía estas cosas tan disparatadas o que amiga loca le aconsejaba. No podría ser el periódico porque mi padre lo recibía a primera hora de la mañana y así mismo era el primero, o más bien el único, en ojearlo ya que se luego de leer la primera hoja lo guardaba en su maletín de cuero café y hebillas doradas y nunca volvía con el.
Siempre sospeche de su amiga la señora Holligan que era nuestra vecina de al lado y sus hijos Jake y Harry iban a la escuela conmigo, bueno Harry iba a un año adelantado mientras Jake compartía conmigo y para el almuerzo siempre les enviaba huevos cocidos con zanahorias, eso era algo extraño, pero para las cosas que hacía mi madre se ajustaban perfectamente a su conducta. Mi padre no decía nunca nada mientras la cena estuviera servida a las 7 de la noche en punto y el radio sintonizado en su emisora de opera favorita, la KYW de Chicago, y también por si la guerra empezaba de nuevo, el pobre hombre quedó paranoico de por vida.
Una vez de camino al supermercado mi madre le decía a mi hermana menor, Eleonor.
-          “¿Por qué tu no usas sombreros de frutas para la escuela?; eso dice Diana y recuerda lo que diga ella y lo que leas ahí va a ser como tus mandamientos, esa mujer va más allá de nuestra época y sabe lo que nos dice”.
Yo de inmediato pregunté.
-          ¿Diana? ¿Quién es Diana?
Mi madre y mi hermana se miraron la una a la otra, sonrieron y dijeron. – “Son cosas de chicas”
Sus cosas de chicas se intensificaban cada principio de mes, todo el tiempo.
Un día mi padre me envió a buscar sus viejas herramientas de jardinería que se encontraban en el altillo, subí con su linterna roja y cuando iluminé aquel lugar me encontré con pilas y pilas de revistas viejas. Mi primera impresión fue que mi padre leía en secreto revistas de mujeres pero  me dije “Mr O’Brian nunca haría eso” Así que las ojee y descubrí el secreto de mi madre y mis hermanas, la sección ¿Por qué tu no? Me reí por un rato y luego de un grito de mi padre por sus herramientas y mi demora, cerré la habitación pero no dije nada porque luego volvería.



Al poco tiempo subí otra vez al altillo aprovechando que mi madre había salido por los víveres.  Miré y leí lo que decían aquellas revistas, me asombraron sus ilustraciones victorianas, sus fotos hechas por Irving Penn o Avedon, los reportajes de Munkacsi y más que todo, quede atónito con lo que decía la columna de la señora Vreeland, por fin las locuras de mi madre tenían rostro.

Nunca le conté a nadie lo que estuve haciendo por muchos años, escabulléndome secretamente a aquel lugar y dedicarme de lleno a leer todas las revistas, desde la primera edición que mi madre coleccionó hasta las más recientes y debo decir que esas mismas locuras son las que ahora admiro y repito 20 años después, porque como diría Diana ¿Por qué tu no haces lo mismo que te hace feliz una y otra vez, mil veces más?




martes, 16 de septiembre de 2014

Top Blogs 10

1. Daniel Frischmann
http://thedanielfrischmannsblog.blogspot.com/

2. CNN en español
http://cnnespanol.cnn.com/

3. Kien y Ke
http://www.kienyke.com/

4. Semana
http://www.semana.com/

5. Engadget
http://www.engadget.com/

6. VH1
http://www.vh1.com/

7. El Espectador
http://www.elespectador.com/noticias

8. Billboard
http://www.billboard.com/

9. Style
http://www.style.com/

10. Japanese Streets
http://japanesestreets.com/

¿Cuánto vale mi vida?

¿Cuánto vale mi vida?

El mundo es un lugar violento, hostil, ciego, sordo y mudo. Vivimos donde las personas no decidimos el futuro, este lo diseñan los hombres en trajes, que viajan a diario en sus lujosos Rolls Royce desde su amoroso hogar, con un hijo mayor alto, rubio y consumado deportista que busca una beca con ansias en una universidad de prestigio; su esposa, la devota ama de casa que sabe todos los trucos para no dejar ni una sola línea mientras plancha y su hija, la pequeña mujer en entrenamiento que se prepara para ser el reflejo exacto de su madre, la familia ejemplar.

Pasamos una guerra, estamos en otra y quien sabe, y demás que sí, vendrán unas peores y quien nos da la opción de querer participar o escapar de esa matanza y crueldad sin sentido, pero las mujeres seguimos rezagadas y dominadas, siempre obedientes y prestas para complacer y concebir; en lo único que podemos dar nuestra opinión es en la ropa que nos gustaría usar, bueno luego que el macho dominante nos dé su aprobación y pague por lo que nosotras también podríamos hacer; en el momento que salgamos a la calle podremos tener ese pequeño sentimiento de que fuimos parte de una decisión y la elección fue enteramente nuestra, si tenemos suerte.




Esa niña que aprende a poner la mesa debería ser nuestra voz y su madre la encargada de guiar esa misma hacia un mejor horizonte, pero mientras que sigamos cabalgando aquel pavo majestuoso y exótico de plumas blancas con nuestro último atuendo de Poiret o Doucet al que llamamos conformismo, ese sueño de libertad y de voz será imposible de alzar, este yugo que llevamos todas es nuestra cruz pero que a diferencia a la de Jesús esta la escondemos al público para evitar el que dirán y la engalanamos con todas las cosas superfluas y sin sentido que nuestros maridos nos podrán regalar; al fin y al cabo ser tratada como una como una ciudadana de segunda clase es mejor que al de una pensadora, una líder y una visionaria.



viernes, 12 de septiembre de 2014

CAFÉ EN GARMOND

CAFÉ EN GARMOND






Era 1989 y tenía 15 años cuando obtuve mi primer trabajo en la panadería del buen Monsieur Pierre Garmond, la Rivière Boulangerie, era pequeña pero exquisita, con grandes ventanales en las cuales el sol abrazaba a sus comensales todos los días a las 8 de la mañana y atraía sus olfatos al dejar salir el olor de los baguette recién salidos que intoxicaba placenteramente la calle a sus extremos, hasta que la luna y las estrellas les recordaba volver a casa, aunque en mi caso me recibía un poco más temprano que a ellos, más exactamente 30 minutos antes. Yo era la encargada de limpiar el lugar y Monsieur Gramond me daba por eso dos piezas de pan que utilizaba como merienda para la escuela, luego volvía y me daba dos marcos por cerrar el lugar; de cualquier manera mi familia y yo teníamos que conseguir dinero, !La Troisième Republique nos dio gratis el estudio pero no la comida, en todo caso ¡Dios salve a Monseiur Ferry!


Maestro este fue el lugar donde vi aquella revista que contenía un lenguaje extraño pero que en su interior las imágenes más extraordinarias que haya podido ver y aunque sus páginas se encontraban gastadas y dobladas en las esquinas y como olvidar aquella gran mancha de café que diluyó su portada, no perdía su belleza o al menos para mí seguía intacta y maravillosa, tal vez no lo suficiente para la mujer que sin yerro o afán decidió tirarla en el cesto de basura cerca de la caja, suerte para mí.


Estas imágenes, o al menos unas menos bellas, las había podido ver en los platos que las familias adineradas tenían, esto lo sé porque una vez camino al liceo, en el basurero de una mansión cerca de la opera habían botado un montón de ellos, todos rotos en mil pedazos, me imagino que por error de su sirvientes, me quede observándolos y tratando de unir las piezas hasta que con escobazos me sacaron del lugar, pero lo poco que pude armar eran retratos de damas con atuendos estupendos que reflejaban una vida sin preocupaciones y llenas de lujo.



Con permiso de mi patrón pude llevarme la revista a casa. Veía esta revista todas las noches, una y otra vez, la última aun mas impresionada que la anterior y menos que la siguiente, soñaba con estas imágenes de una vida plena y fantástica, llena de amigos, comida y champagne exquisitos, hasta que un día mi madre decidió botarla porque en su humilde raciocinio pensó que mi poco tiempo de estudio se iba con aquello que para ella era un pasquín en pro de la monarquía. Estuve desolada por aquella incomprensión de mi madre pero en un momento de llanto una idea paso frente a mis ojos, era atrevida y pero decidí tomar el riesgo. Yo sabía que un grupo de 3 jóvenes que se reunían en la panadería todos los jueves a las 6 menos cuarto eran artistas, yo les iba a pedir que me enseñaran a pintar.


Y así fue como al siguiente jueves, a la misma hora de siempre llegaron los 3 jóvenes artistas, Monserieur Garmond me dijo que uno, el más joven, era Pierre Brissaud hijo del doctor Edouard Brissaud; el más guapo pero más cauto era Georges Barbier que también era el primo de Pierre Brissaud y el último era el más talentoso pero que su antipatía lo hacía insoportable era Paul Iribe, uno de los descendientes de la familia Basque.
Como era de esperar fue una completa perdida humillante de tiempo, todos rieron de mí, pero no iba a desistir. Tras dos meses de insistencia, el joven Iribe me dijo con un tono irónico, El arte no se enseña, se pule; el próximo jueves espero una ilustración hecha con tus propios dotes, si me logra convencer, y no lo creo, yo seré el encargado de pulir tu minúsculo vestigio de talento. Agradecida le dije -así será.



El jueves siguiente tras servirle sus acostumbradas bebidas y pocos minutos antes de cerrar le mostré mi dibujo, lo miró, se rio, se mofó con sus amigos de mi esfuerzo y de un solo tirón lo rompió en mi cara. Me sentí desolada maestro, si le puedo ser honesta, nunca me sentí en una posición más devastadora y vulnerable en mi vida. Tras es eso me dijo, tu primera lección empezó hoy, soportar la crítica es primordial en este negocio, nos vemos a las 7 de la noche en mi taller
Todos los días a las 7 de la noche durante los siguientes 3 años eran mis clases de dibujo, técnica y color, fue difícil seguirle el ritmo a alguien tan perfeccionista y crítico pero cada día me fortalecí más y más, hasta cuando dijo que estaba lista para estudiar con otros artistas y fue así como empecé a estudiar y ser el asistente de sus amigos, los mismos que aquella vez rieron de mí.
Maestro hoy le digo adiós hasta que el creador decida ponernos frente a frente una vez más, y le digo gracias por transmitirme sus conocimientos, soy virtuosa por haber tenido el placer de compartir con usted estos últimos 34 años, ser confidente de sus aventuras y  honrada de ser su discípula y feliz de ser su amiga

MADELEINE LESOIR